sábado, 17 de junio de 2017

Dejar salir antes de entrar...


Tan sencilla que suena la frase, pero es algo utópico en nuestro servicio de transporte colectivo. En las últimas semanas por mis problemas de salud (maldito tobillo te odio por fallarme) ya no he podido usar el metro con la frecuencia de antes ya que tengo prohibidas las escaleras; pero la foto solo es una pequeña muestra de lo horrible que es a veces usar este transporte.

La idea del metro es genial, en realidad tiene la capacidad para transportar a bastantisima gente a un precio económico y que además es relativamente segura. El problema no es el transporte, el problema somos nosotros que no sabemos usarlo.

Algo tan simple como dejar salir antes de entrar se convierte en una lucha sin cuartel en las horas pico y mucho mas en las estaciones con mayor afluencia de gente. Entre gritos, empujones y codazos la muchedumbre se abre paso ya sea para salir o para entrar. Ahí en esa lucha incansable por poder ingresar o huir no existe la discriminación hombres, mujeres y hasta chamacos y niños pequeños atacan por igual.

Ya dentro (si es que vas a otra estación) viene otro problema, la aglomeración en las puertas, los vagones son tan amplios y tan poco usados ya que la gran mayoría de los usuarios se plantan cerca de las salidas generando que otra vez salir o entrar sea un popurri de empujones y trancazos.

Muchas veces a lo largo de mi corta vida he oído acerca de la corrupción, del abuso y demás de las personas que se encuentran en las esferas del poder. ¿Acaso no somos todos iguales en una menor escala? Digo, he visto personas de la tercera edad buscando con la vista desesperadamente un asiento y los que van sentados se enfrascan a leer algo sumamente importante en sus celulares, fingen tener una conversación telefónica o simplemente se hacen los dormidos y no se diga cuando alguien trae bolsas o una criatura en brazos por son castigados igual con el látigo de la indiferencia.

A que voy con todo esto, somos muy buenos para alzar la voz y los puños sintiendo impotencia por las barbaries cometidas por nuestros gobernantes cuando en realidad tenemos el gobierno que nos merecemos ya que como masa hacemos exactamente lo mismo, pero en menor escala. Cuando alces la voz para proclamar justicia haz un pequeño examen de conciencia y pregúntate que tan justo eres día a día con las personas que te rodean.


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